Cuando nos acercamos a la práctica de mindfluness —esa atención abierta, amable, curiosa e intencional— la primera pregunta que surge es: ¿a qué prestamos atención? Y no existen respuestas únicas. Una posible mirada parte de los textos clásicos y, en concreto, del Satipatthana Sutta: el discurso del buddhismo temprano que se centra por primera vez y de manera específica en el cultivo de la Atención Plena. Igualmente importante es el ‘cómo’ de este ejercicio. La amabilidad puede ser el agua que riega la semilla de la propia práctica
Existe una antigua parábola hindú que habla de seis sabios que, en la oscuridad, tratan de saber cómo es un elefante tocándolo con las manos. La percepción de cada uno de ellos es muy diferente y, las discusiones, acaloradas. En un texto atribuido al Buddha se subraya:
“Para discutir, cada uno se aferra a su punto de vista.
Este tipo de hombres solo ven un lado de las cosas”.
Existen distintas versiones de este relato y distintas interpretaciones lo largo de la historia, pero todas ellas coinciden en subrayar lo limitado de nuestra perspectiva y la necesidad de ampliarla en la medida de nuestras posibilidades.
En este ejercicio de ampliar nuestra visión, que en la práctica es paulatino, es importante conectar los puntos. En este sentido, podría parecer que lo que hacemos está desvinculado del cómo lo hacemos, pero lo cierto es que, al menos en el cultivo de recursos mentales positivos, no es así. El propósito de este texto es ahondar en una posible perspectiva de qué hacemos cuando nos planteamos practicar mindfulness y en cómo lo hacemos, así como en cuál es la relación entre ambas facetas y cómo se pueden potenciar entre sí.
En cuanto a qué hacemos, un posible punto de partida es la perspectiva clásica y, en concreto, el Satipatthana Sutta, o “Discurso de los Fundamentos (o el establecimiento) de la Atención Plena”. Este texto es uno de los más conocidos del canon Pali y, en concreto, del buddhismo Theravada, si bien es aceptado por todas las escuelas buddhistas, y es el que se refiere de manera más específica al desarrollo de la atención consciente. Recorre distintas contemplaciones y objetos de atención con un propósito declarado: el fin de dukkha (que se puede traducir como “descontento”, “tristeza” o, simplemente, sufrimiento o malestar psicológico) y el establecimiento de una suerte de “bienestar mental sostenible”, más allá de las circunstancias externas.
Jon Kabat-Zinn asoció esta visión a la perspectiva de la “reducción de estrés” basada en atención plena. Desde la mirada clásica, y siguiendo a Analayo —una de las personas que ha estudiado el Satipatthana Sutta con mayor profundidad— las prácticas que propone este texto buscan ofrecer una comprensión que, llevada al cuerpo, resulte liberadora y reduzca en buena medida el malestar psicológico. En cierto modo, la propuesta es la de incorporar una visión que resulte útil y reduzca este malestar, idealmente, a su mínima expresión.
Y, ¿cuáles son esos Fundamentos de Mindfulness desde la mirada del Satipatthana?
El primero de ellos, el cuerpo. El valor de esta contemplación estriba, en primer lugar, en la facilidad de su observación y en la posibilidad de establecerse, a través de ella, en “modo consciente” de manera inmediata. Por otro lado, distintos ejercicios se enfocan en diferentes aspectos de la práctica:
- La contemplación del cuerpo en diferentes posturas (sentado, de pie, andando y tumbado) facilita el establecimiento de mindfulness en la vida diaria.
- La observación de la respiración en el cuerpo facilita la concentración, por un lado, y supone, de nuevo, un “ancla” sencilla, un lugar seguro al que “volver” cada vez que surge la distracción o la divagación, además de facilitar la observación de la impermanencia o el cambio constante.
- La exploración del cuerpo como una suma de los estados que conforman la naturaleza (siguiendo el antiguo esquema de tierra, aire, fuego y agua) facilitan una visión de nosotros mismos como parte de ella y, por tanto, nos permiten adoptar una postura menos narcisista.
- La habituación desde el cuerpo a la idea de la impermanencia, es decir, a que todo surge y desaparece, incluidos nosotros mismos, favorece paradójicamente un mayor disfrute de la vida, a la vez que una mayor consciencia de no hay tiempo que perder a la hora de llevar a cabo aquello que consideramos importante.
El segundo Fundamento de Mindfulness desde la mirada del buddhismo temprano, son lo que comúnmente se llama “sensaciones” o incluso “sentimientos”, como una traducción del vocablo inglés “feelings”, que a su vez traduce el término pali, mucho más preciso, vedanā. Vedanā se refiere a la calificación de cada fenómeno como “agradable”, “desagradable” o “neutro”, a través de un impulso que surge tan pronto se produce el contacto entre un estímulo y cualquiera de nuestros sentidos. Se podría traducir, por tanto, como “tono hedónico”, “tono afectivo” o “valencia”. Y, ¿cuál es la relevancia del reconocimiento experiencial de este proceso? Precisamente que, por su sencillez, nos permite cortar de raíz la cadena de reactividad en la que nos vemos inmersos a menudo.
El tercer Fundamento de Mindfulness es la mente y, en concreto, su estado o la tendencia subyacente a la corriente de pensamientos. En este sentido, la propuesta del Satipatthana consiste en el reconocimiento de si ciertos estados mentales (como la avidez, la aversión, la falta o presencia de claridad, la distracción, la contracción, la apertura o la concentración) y sus opuestos están presentes. La pregunta clave, en cierto sentido, es: ¿está presente mindfulness en este momento? ¿Hay cualidades saludables o útiles en la mente, o más bien al contrario?
El cuarto Fundamento de Mindfulness es el de los Dhammas (en pali) o Dharmas (en sánscrito). En este contexto los Dhammas son marcos o prismas que nos permiten observar la realidad con un mapa (procedente de las enseñanzas buddhistas) que pueda ser útil en el fin último de la reducción del malestar psicológico. El núcleo de los Dhammas en este contexto son las categorías que obstaculizan o facilitan el camino hacia un estado mental más saludable.
En cuanto a las primeras, el texto cita la importancia de reconocer si hay deseo exacerbado, ira, resistencia, sopor o falta de energía, inquietud, preocupación o duda. En cuanto a los segundos, llamados “Factores del Despertar” —cualidades saludables que todos poseemos y que podemos fortalecer—, se incluyen la propia atención consciente, la curiosidad, la vitalidad, la alegría, la tranquilidad, la concentración y la ecuanimidad. El texto pone el énfasis en el reconocimiento de si estos factores están o no presentes, dando igual importancia a ambas situaciones, y en percibir la ‘condicionalidad’, o cómo se relacionan entre sí.
Desarrollar las cualidades que facilitan mindfulness
Este mapa que propone el Satipatthana Sutta no es más que uno posible, un constructo al fin y al cabo, cuya prueba de fuego es su validez en el terreno más arduo de la vida. La cuestión estriba en hasta qué punto podemos incorporarlo, es decir, llevarlo al cuerpo, y en si resulta de utilidad en la experiencia de la vida diaria.
La propuesta, en suma, es utilizar la consciencia del cuerpo como forma de reducir el sesgo cognitivo y la rumiación incesante; integrar la certeza sentida de la propia muerte para darnos cuenta de que no hay tiempo que perder y que nuestros dramas personales son, en última instancia, puros sueños; investigar en primera persona los procesos que nos llevan a aferrarnos o aborrecer fenómenos, personas u objetos concretos; y reconocer y fortalecer ciertas cualidades saludables de la mente, así como saber cuándo las que están presentes no lo son tanto. Todo ello con el fin último de cultivar una actitud de mayor ecuanimidad y aceptación, siempre desde el reconocimiento de que somos, sencillamente, seres humanos.
Ahora bien, no basta con adquirir este conocimiento de manera intelectual. El hecho de integrar esta mirada se trata más bien de un aprendizaje del cuerpo y, como tal, constituye un proceso por sí mismo. ¿Cuál es la llave maestra que permite avanzar en este camino?
Se podría decir que esta cualidad de apertura, amabilidad o, simplemente, cercanía e intimidad hacia nuestros procesos internos, sean estos los que sean, es la clave —o, al menos, una de ellas—, para que se produzca la transformación. Se puede decir que es el agua que riega la semilla del desarrollo interno. Se trata de un abanico de cualidades que pertenece al terreno de los afectos y que, al mismo tiempo, es profundamente respetuoso con la parte del camino en la que nos encontramos.
Ya Analayo lo menciona en su trabajo: la importancia de que la atención consciente sea abierta, amable, receptiva, amplia. La misma actitud que llevamos hacia un buen amigo que nos cuenta sus alegrías y dificultades. Se trata, al fin y al cabo, de establecer una relación amistosa con la experiencia interna, permitiendo que florezcan los recursos que conducen a una mente más saludable, y estableciendo una comprensión profunda de las partes de nosotros con las que nos resulta más difícil reconciliarnos. ¿Qué emoción subyace a la ira o al rencor? O, ¿qué se esconde tras el miedo?
Se trata en cierto modo de guiar el proceso emocional de una manera consciente. Sin embargo, y pese a sumergirnos de lleno en el territorio de los afectos, es importante señalar que la amabilidad y otras cualidades asociadas nada tienen que ver con ser “blando” o pusilánime. Más bien al contrario: se requiere de un gran coraje para verlo todo, aquello de bueno que ya está en nosotros y las zonas escondidas: las que rechazamos y, curiosamente, más necesitamos sanar.
Por eso esta mirada es amplia: se trata, por un lado, de abrirse a las cualidades positivas que ya alberga nuestra mente, estar con ello, darle espacio y fortalecerlo; y por otro, reconocer también lo que es rugoso, áspero o lodoso y acogerlo con cuidado, con la misma mirada con la que contemplamos las virtudes y defectos de un buen amigo: lo incluimos todo, no negamos nada. Se trata de esa mirada amable la que cura, la que sana, la que cataliza la transformación.
La compasión, además, puede concretarse de una manera puramente pragmática: ¿qué es lo que sirve de ayuda en este momento, en esta situación, qué es necesario hacer? A veces no tiene que ser meliflua, puede ser muy práctica y, sobre todo, útil, enfocada en el cuidado.
Lo cierto es que cualidades del corazón como la alegría, la gratitud, la seguridad o la conexión se pueden cultivar, con paciencia, intención, tiempo y práctica formal o momentos informales de saboreo. El primer paso puede ser el de acercarnos a esa parte de nosotros mismos que —y de nuevo, la paradoja—, ya está bien, no necesitamos cambiar, convive en una cierta armonía con el momento presente, sin ansia ni aversión. Sin negar todo lo demás (recuerdos, anhelos…), sino más bien permitiendo que ambas facetas convivan y que aquella parte sabia de nuestra mente sea, poco a poco, más fuerte, hasta abrazarlo todo, como la persona adulta que sostiene en sus brazos la vulnerabilidad frágil de un bebé que llora, pero de cuyo potencial somos tan conscientes como de que las estrellas brillan.
La sanación comprende tanto la sencilla observación curiosa del cambio continuo como dejar de aferrarnos a las heridas y hacernos más conscientes de las fortalezas internas, cultivando esas flores que ya habitan dentro de nosotros. Y, en última instancia, reconciliar todo ello viendo que, en suma, el lodo y la flor de loto son tan sólo momentos distintos del mismo proceso. Como decía Thich Nhat Hanh, no mud, no lotus. No existe el loto sin el barro.
Bibliografía
Meditación satipatthana. Una guía práctica. Analayo.
Satipatthana. The direct path to realization. Analayo.
Mindfulness: Una guía práctica para el despertar espiritual. Joseph Goldstein.
A Whole-Life Path: A Lay Buddhist’s Guide to Crafting a Dhamma-Infused Life. Gregory Kramer.
Cultiva la Felicidad. Rick Hanson.
La sabiduría del corazón. Jack Kornfield.